Opinión Flavia Liberona, directora Ejecutiva Fundación Terram
“No hay guerra sin armas y no hay armas sin metales”, así inicia el reportaje audiovisual dado a conocer hace un par de semanas por la ONG Ecosistemas, y del cual tuve el honor de ser comentarista. El contenido de este material de corta duración -disponible en YouTube– nos invita a reflexionar y cuestionar la relación entre los llamados minerales críticos y los actuales conflictos bélicos, tema que nos debería preocupar mucho a los habitantes de países mineros como el nuestro.
Fuente La Nueva Mirada
Demás está decir que conseguir datos duros sobre este tema es difícil, ya existe poca -o casi nula- trazabilidad de información pública sobre el tipo de minerales que se utilizan para la fabricación de armas, las empresas que lo hacen y los países que las producen. Aunque, si nos damos el trabajo de buscar información podemos llegar a un par de documentos interesantes. Uno de ellos pertenece al Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), quienes en 2023 señalaron que el gasto militar mundial aumentó en 3,7% en términos reales el año 2022. Además de este documento, se puede encontrar un informe de la Comisión Europea publicado en 2016 sobre el gasto en Defensa, en este se listan los minerales críticos (metálicos, no metálicos y tierras raras) y algunas de las principales empresas proveedoras.
Pero más allá de la dificultad para obtener información, que es un tema en sí mismo y sobre el cual deberíamos demandar mayor trasparencia, me parece relevante poder reflexionar sobre las contradicciones que tenemos los seres humanos, que son aún más perceptibles en quienes detentan el poder.
Como sabemos, estamos enfrentando una crisis climática debido a la gran cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) producidas por la actividad económica e industrial de nuestras sociedades. Estos cambios en el clima han generado diversos eventos climáticos extremos, los que se traducen en destrucción de bosques, pérdida de cosechas agrícolas, daños a la infraestructura, entre otros. Como consecuencia de ello, en 2015 los líderes mundiales se unieron tras el Acuerdo de Paris para crear una agenda conjunta y así reducir las emisiones GEI antes de fines de siglo, con el propósito de que la temperatura media del planeta no incrementara de 1,5 a 2 °C. Agenda que, sin duda, ha tenido poco avance y menos logros.
A lo anterior, se suman las guerras. Actualmente hay muchos conflictos armados vigentes y día a día, a través de los medios de comunicación, somos testigos de la brutalidad humana y la desolación que esto genera. Sin embargo, pocas veces -o más bien dicho nunca- se muestran las armas y los metales que las componen como un problema mundial. Los conflictos bélicos son reducidos a los impactos que ocasionan en los territorios donde ocurren (hambre, destrucción, pobreza, etc.), pero no se establece un vínculo con los países productores de metales o los fabricantes de armas. Por eso, muy pocas veces nos preguntamos ¿de dónde provienen las armas que provocan tanto daño? ¿En qué país se hicieron? ¿Cuáles son las empresas que proveen los metales para su fabricación? ¿Cuántas emisiones GEI se generan en la extracción de minerales para la guerra? ¿Cuántas emisiones produce la guerra misma? En fin, son muchas preguntas las que podemos hacernos.
Lo cierto es que, por una parte, tenemos a lideres mundiales como el Secretario General de Naciones Unidas casi suplicando a los países miembros que se comprometan con la reducción de emisiones de GEI y, por otra, haciendo llamados urgentes para detener la destrucción y matanza de seres humanos en los principales conflictos bélicos, pero en su discurso público no establece la relación entre minerales, guerra y cambio climático. En general, los líderes mundiales hablan de paz, condenan la guerra, suscriben acuerdos para reducir emisiones GEI, pero no se preocupan de saber o de hacer público el origen de los minerales utilizados para la guerra, ni tampoco se ocupan de saber cuántas de las emisiones globales GEI -por país o por sector- están relacionados con la industria armamentística a nivel mundial.
Es como si tuviéramos el foco sesgado solo para ver la destrucción y muerte que provoca la guerra, pero no los instrumentos que la causan y mucho menos saber de qué están hechas, dónde se producen y cómo contribuyen a la situación planetaria de crisis climática. Por eso sería lindo que nuestras autoridades, que se han comprometido a impulsar acciones para paliar los efectos de la crisis climática y que además levantan la voz en contra de la guerra y en favor de la paz, comenzaran a promover la transparencia de información en la industria de los minerales y la guerra, ya que al ser Chile un país minero esto nos demanda aún mayor responsabilidad.