Fuente Cope.es
Con el equipo adecuado, el ruido que provocan bajo el agua los barcos que entran y salen del puerto de Nueva York se puede registrar en las costas europeas, aseguran los científicos que trabajan en este campo. Y solo es la punta del iceberg de un problema de dimensiones enormes y crecientes, que afecta a casi todos los océanos y pone en riesgo la vida marina.
La Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan) reúne esta semana en Las Palmas de Gran Canaria a representantes de instituciones científicas de nueve países europeos que trabajan de forma coordinada para intentar abordar este problema, desde la comprensión de cómo afecta el ruido a cada especie hasta el diseño de nuevos modelos de hélices que ayuden a que el tráfico marítimo sea un poco más silencioso.
Pero con alrededor de 100.000 barcos navegando por los diferentes océanos, muchos de ellos concentrados en pasos con altísimos niveles de tráfico marítimo, como el Canal de la Mancha, algunos investigadores se preguntan por qué no actuar ya en lo más inmediato: la velocidad.
Con una simple reducción del 20 % en la velocidad a la que navega, el ruido submarino que emite un barco cae de manera muy significativa, en una proporción casi siempre mayor, sin necesidad de cambiar nada más en su sistema de propulsión para hacerlo más eficiente y silencioso, explica el investigador de Plocan José Antonio Díaz Ávila, que coordina esta reunión del proyecto «Saturn».
Díaz Ávila reconoce que navegar más despacio puede afectar a los costes de las navieras, porque eleva los tiempos de entrega de las mercancías, pero probablemente también reduzca su consumo de energía.
No obstante, defiende que esta es una materia susceptible de regulación legal, tanto nacional como internacional y lo plantea en estos términos: «Si hemos limitado la velocidad en las autopistas para evitar muertes, ¿por qué no se puede reducir la velocidad de navegación para mejorar la salud de los ecosistemas marítimos?»