Sin embargo, existe una diferencia que es crucial y que le da la ventaja a otros productores: la forma de explotación. En Australia, la mayor parte del litio está dentro de las rocas minerales, por lo que es más costoso extraer el metal. “En pocas palabras, su pureza es muy mala y toca refinarlo mucho”, explicó a France 24 Álex Godoy, director del Centro de Sustentabilidad de Universidad del Desarrollo de Chile y profesor visitante en la Universidad de Harvard.
En cambio, el litio que hay en América Latina es mucho más fácil de extraer porque está en forma de salmuera en los salares y su pureza es más alta. Además, en la región existe el llamado Triángulo del Litio, conformado por Bolivia, Chile y Argentina. En estos territorios, se encuentra cerca del 60% de las reservas mundiales de litio. En pocas palabras, son las potencias del litio por la cantidad que tienen y porque es más barato de producir en comparación con otros métodos.
El problema hasta ahora es que no ha sido tan explotado como en Australia. De hecho, si bien Bolivia tiene las mayores reservas, su explotación aún no es de manera industrializada; como sí ocurre en algunos salares chilenos y argentinos. Por esta razón, la USGS no tiene datos sobre cuántas reservas específicas hay en suelo boliviano, pero sí reconoce que es el que más tiene de los tres países.
Ante este panorama es que Boric lanzó su Política Nacional sobre el litio y pretende que el Estado chileno participe más en la explotación de un recurso que se nacionalizó desde 1979 a través del Decreto Ley 2886. Aunque en ese momento se catalogó como un metal estatal por otras razones (ya que sería para fabricar bombas termonucleares), la declaración sustenta el impulso actual del país.
El lado oscuro del oro blanco: la afectación al agua
Pero no todo es ganancia con el litio, ya que el que se produce en los salares latinoamericanos tiene un gran impacto en el agua. Para comprenderlo, primero es necesario saber cómo se extrae el metal en esas zonas.
De acuerdo con la Universidad de Harvard, en los salares se perforan agujeros a través de los cuales se bombea la salmuera a la superficie. Posteriormente, se pone el agua a evaporar para que se forme la mezcla de sales que contiene distintos elementos. Además del litio, hay potasio y manganeso, entre otros. Esta mezcla se filtra y se pone de nuevo a evaporar en piscinas enormes por un tiempo que va entre 12 y 18 meses. Solo después de eso es que se puede extraer el carbonato de litio.
El problema radica en el agua que se pierde durante la evaporación. La organización alemana Pan para el mundo (Brot für die Welt, en el idioma original) estima que, con dicho proceso, se evaporan 80.000 litros de agua para fabricar solo una batería de un vehículo eléctrico con el litio que se saca del salar de Atacama, en Chile.
Y en ecosistemas tan frágiles como los salares, esta pérdida de agua puede afectar a la biodiversidad. “Los salares están en medio de desiertos, donde es muy difícil encontrar organismos. Y por eso, el agua de los salares es tan importante. Si se pierde, se pierde también los organismos fotosintéticos que viven allí, las microalgas y afecta hasta los flamencos”, explicó Godoy.
Aun así, se estima que la producción de litio en el llamado Triángulo se incremente por el alza de la demanda mundial. A medida que los países pasan de los combustibles fósiles a las energías renovables, las baterías se hacen cada vez más necesarias. Y por ende, se dispara la necesidad del litio. El USGS calcula que el consumo global de este metal pasó de 47.600 toneladas en 2018 a 134.000 en 2022.
Una de las posibilidades para hacer que el aumento de la explotación de litio en los países latinoamericanos no implique necesariamente un daño ambiental es que, a cambio, las industrias que compren el metal se comprometan a transferir tecnología. “Así, quienes extraen la materia prima no padecen las consecuencias, a cambio del enriquecimiento de los países del norte global. Sino que la tecnología puede contribuir a una extracción no solo más costo-efectivo, sino con el valor agregado de no afectar el medio ambiente”, concluyó Godoy.