Opinión Juan Pablo Orrego, presidente de Ecosistemas
La mejor, o peor prueba de la desconexión del ser humano con la naturaleza, es lo que está pasando con las aguas en todo el mundo. Vasto y complejo tema, pero hay que empezar diciendo que “si hay magia en este planeta, está contenida en el agua, como escribió el connotado antropólogo y filósofo Loren Eiseley (The Flow of the River, 1957). Basta regar la tierra con este elemento fluido, ‘líquido’, incoloro, transparente, sin olor, para que brote vida. Este líquido que moja, limpia, lava, riega, disuelve, transporta, que apaga el fuego y sacia la sed. Todas acciones extraordinarias que efectúan las aguas, que a menudo tomamos por descontadas.
H2O es una molécula notable. Un tetraedro, un triángulo bipolar; muchas propiedades del agua provienen de esta forma de tetraedro de su molécula. Dos átomos de hidrógeno, de carga positiva, el elemento más simple y abundante del universo, precursor de todos los otros elementos; y un átomo del famoso oxígeno vital, que inspiramos con cada bocanada de aire, el tercero más abundante después del hidrógeno y el helio, de carga negativa. La cuánticamente precisa geometría molecular hace que los hidrógenos, con un ángulo de aproximadamente 105° entre ellos, estén ubicados en una ‘cara’ del átomo y sólo el oxígeno en la otra. Así, la molécula es positiva por un lado y negativa por el otro. Esta bipolaridad permite los sólidos engarces de las moléculas entre ellas, que se atraen entre sí, conectándose unas con otras mediante uniones, llamadas enlaces o puentes de hidrógeno. Así, el agua es una red tridimensional de tetraedros. Aunque cueste creerlo, la molécula tiene un tamaño de 0,985 Angstroms, unidad que representa un 0,000.000.0001, o diez mil millonésima parte, de un metro. En comparación, un glóbulo rojo en nuestra sangre tiene 0.007 mm de diámetro.
De hecho, el agua es una cualidad emergente de millones de estas, para nosotros, infinitamente pequeñas moléculas de H2O. Una sola molécula no moja, ni riega, ni disuelve. La bipolaridad también hace posible los engarces de las moléculas de agua con otras innumerables moléculas de otros elementos.
La molécula H2O es sumamente estable, quizás también porque tiene la capacidad de cambiar de estado con diferentes temperaturas. El agua es el único compuesto que se encuentra en forma natural en tres estados físicos en esta Tierra. Fluye permanentemente entre gaseoso, líquido y sólido, mutando de uno a otro estado en un ciclo recursivo, circular. Bajo 0°C se solidifica en forma de hielo o nieve, y anómalamente, se expande. Sobre 0°C se hace y permanece líquida, y, a medida que aumenta la temperatura, tiende a evaporarse. A 100 °C se evapora rápidamente. En este planeta los tres estados coexisten y se entreveran en lo que llamamos el ciclo del agua, o ciclo ‘hidrológico’. La verdad es que la lógica del agua es muy especial y escapa a nuestro limitado entendimiento.
Tal como no sabemos a ciencia cierta cómo llegó el agua a este planeta, tampoco sabemos con certeza cómo se estructura su compleja molécula y red molecular. Se observan variaciones en términos de cuántos puentes de hidrógeno de una molécula pueden enlazarse con los átomos de oxígeno de otra molécula. Recientes investigaciones parecen mostrar que cada molécula se puede enlazar con otras cuatro, con dos enlaces a través de su átomo de oxígeno y uno a través de cada hidrógeno. Esta ‘geometría variable’, que no está claramente dilucidada por la ciencia, tendría que ver, tanto con la capacidad del agua de cambiar de estado con los cambios de temperatura, como con las peculiares cualidades físico-químicas del líquido elemento que le permiten ser la matriz de lo viviente.
Es extraordinario e incluso misterioso que nosotros, seres 70 por ciento agua, que somos parte de una biosfera fundamentalmente hídrica, estemos degradando y destruyendo nuestro propio medio acuoso. Este es uno de los principales síntomas de nuestra desconexión con la naturaleza que mencionamos al comienzo de esta columna. Desconectarnos de la naturaleza es literalmente desconectarnos de nosotr@s mism@s. Este es un fenómeno mental, cultural, muy complejo, pero ciertamente reversible. Un sistema educativo arraigado en la ecología y saberes ancestrales puede eliminar el letal velo epistemológico e iniciar un cambio de paradigma que nos lleve de retorno a la sinergia, a la restauración de la naturaleza, de la cual somos parte indisoluble, y a la simbiosis consciente con todos los seres de agua que poblamos hoy la Tierra.