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¿Qué entendemos por sucesión ecológica?

Los ecosistemas no son entidades que surjan espontáneamente; son entidades complejas que se forman con el paso de largos períodos de tiempo en un proceso conocido como sucesión ecológica. Es bien sabido que los seres vivos cambian, las especies evolucionan en el tiempo, atendiendo a una presión selectiva aplicada por el ambiente que les rodea y por las propias interacciones entre organismos.

Fuente Ambientum

Y, del mismo modo, los ecosistemas también cambian con el tiempo. Un ecosistema tan complejo como un bosque no adquiere su existencia de forma espontánea, no es algo creado, es el producto de un desarrollo continuo, lento y gradual, a través de largos períodos de tiempo, y por una serie de etapas, cada una de las cuales está dominada por una serie de organismos.

El proceso de desarrollo de una comunidad a lo largo del tiempo, y las sustituciones sucesivas de las poblaciones de unas especies por otras, se denomina sucesión ecológica. En general, en los ecosistemas terrestres, las distintas fases de una sucesión se definen en función de las comunidades de plantas que presentan, ya que al ser organismos de lento desarrollo, relativamente elevada longevidad, y generalmente sésiles, suelen tener una presencia más significativa y definitoria. Sin embargo, todo el ecosistema cambia en el proceso, y con ello, los animales asociados y los microorganismos que habitan en el suelo.

Primera fase de sucesión ecológica: la colonización por especies pioneras

Cuando se produce un afloramiento de roca viva, cuando se enfría la colada de lava de un volcán, o cuando se retira un glaciar y deja al descubierto un valle desnudo, no hay plantas, animales ni suelo en la zona. Solo roca. Un entorno de roca desnuda, estéril. En ausencia de suelo, el agua no se retiene; simplemente fluye hacia lugares menos elevados, o se infiltra por las grietas hacia el subsuelo.

Pues bien, en esos entornos es donde se produce la primera colonización. Los líquenes y los musgos, que llegan gracias al viento que transporta sus esporas o por fragmentos arrastrados por el agua desde zonas más elevadas, suelen ser las primeras formas de vida que se instalan.

Se aferran a la roca, y lenta pero paulatinamente, la van desgastando. Forman pequeñas comunidades, casi insignificantes, pero a medida que van desarrollándose poblaciones, muriendo y siendo sustituidas por otras nuevas, se van formando finas capas de suelo. Los cadáveres de estas formas diminutas de vida se van depositando en recovecos, grietas y agujeros y rellenándolos con tierra fértil, capaz de retener el agua.

Las semillas de las primeras hierbas anuales llegan arrastradas por el viento. Estas plantas tienen raíces pequeñas y muy poco profundas, de modo que son capaces de arraigar en áreas muy reducidas de suelo. La presencia de los musgos, que retienen la humedad, les beneficia. Son especies que, en muy poco tiempo, son capaces de crear gran cantidad de biomasa. Como son especies que solo viven durante la primavera y el verano, y mueren tras liberar las semillas, sus restos al morir forman mayor cantidad de suelo que los musgos, y en mucho menos tiempo.

Segunda fase: las comunidades intermedias

Una vez que la cantidad de suelo es suficiente para mantener sistemas de raíces algo más complejos, las primeras herbáceas vivaces colonizan el territorio que las anuales han abonado previamente. Una planta vivaz es aquella que sobrevive de un año al siguiente, gracias a órganos de resistencia que mantiene bajo el suelo, como bulbos, rizomas, raíces engrosadas o tubérculos, aunque pierda las hojas o toda la parte aérea durante el invierno.

De hecho, aunque no todas las plantas vivaces pierden la hoja, las que lo hacen son mucho más habituales, y este suceso ayuda aún más al proceso de sucesión ecológica. Las hojas que caen en otoño son metabolizadas por los microorganismos del suelo y generan más suelo, más volumen de tierra que puede ser, a su vez, empleado por especies más grandes.

Paulatinamente, poblaciones de herbáceas con sistemas de raíces más y más complejos, o incluso arbustos, comienzan a colonizar el entorno. Estas plantas continúan formando más suelo, y generan interacciones entre ellas cada vez más complejas. Aparece la competencia, y se van instalando animales de mayor tamaño en el ecosistema.

Llegado a un punto con suelos ya lo suficientemente complejos y profundos, los primeros árboles comienzan a poblar el entorno. Sus fuertes raíces alcanzan mayor profundidad que las de las hierbas y los arbustos, hasta la roca madre. Se infiltran entre las grietas que las comunidades previas habían abierto y la rompen, permitiendo que se formen las capas más profundas del suelo, y favoreciendo que se asiente.

El bosque, la comunidad clímax

A medida que mejoran las condiciones y se establecen todos los horizontes de un suelo maduro, nuevas especies de árboles sustituyen a las anteriores. Las relaciones ecológicas alcanzan la máxima complejidad, y en el ecosistema se establece un equilibrio.

A este ecosistema se le denomina  bosque —o bosque maduro, en oposición a los bosques inmaduros de las comunidades intermedias—. En el proceso de sucesión ecológica, es la última fase y constituye el ecosistema de mayor complejidad, la comunidad clímax.

Por supuesto, este proceso de sucesión ecológica es diferente según el entorno a colonizar. No sucede lo mismo en un afloramiento de roca caliza en un clima templado, que en la colada de un volcán canario, o en el terreno arrasado por la explosión como la de la ísla de Krakatoa.

Los procesos de sucesión ecológica también suceden en los ecosistemas acuáticos. Según el entorno, el proceso contará con otras especies, con otros tipos de comunidades, pero básicamente atraviesa por las mismas fases. La comunidad final de la sucesión natural del fondo del mar Mediterráneo es la pradera de Posidonia, y no un bosque; pero sigue siendo una comunidad clímax.

Sucesión ecológica primaria y secundaria

En ecología se distinguen dos tipos de sucesión, primaria y secundaria. El proceso explicado en este artículo se corresponde con la sucesión primaria, y define el cambio en la composición de especies a lo largo del tiempo en un hábitat que no ha estado poblado previamente por ningún organismo. Las coladas de lava o los afloramientos de roca viva son sitios clave donde, de iniciarse un proceso de sucesión ecológica, sería de tipo primario. En estos lugares no solo no hay vida previa, sino que ni siquiera existe un suelo.

La sucesión secundaria es aquella que sucede tras una perturbación de un ecosistema preexistente. Da igual que esa perturbación sea más o menos grave, o que tenga un origen natural o antropogénico. Una inundación, un incendio forestal, un evento de tala masiva, el abandono de un campo de cultivo… son sucesos que pueden arrasar un ecosistema, pero aún permanecen restos de vegetación, hongos o microorganismos. Este tipo de terrenos aún conservan algo de suelo, que facilita en gran medida la instalación de nuevas comunidades vegetales, y ayuda a que el proceso de sucesión sea muy distinto.