¿Cómo se decide qué tipo de árbol plantar en los centros urbanos? ¿qué criterios se usan, por qué se privilegian unas pocas especies? Estas y otras interrogantes similares motivaron la realización de un estudio realizado por investigadores de las Universidades de Santiago, Católica y Central, que arrojó preocupantes resultados sobre la forma en que se ha forestado la capital.
Según explica una de las coautoras del estudio, Gabriela Arcos Le-Bert, el análisis comparativo mostró que en los bosques urbanos de la capital predominan las especies exóticas por sobre las nativas, a pesar de que estas últimas son más beneficiosas para enfrentar desafíos como la contaminación y el cambio climático.
De hecho, de las 171 especies de árboles registradas en la investigación, 150 (87%) son exóticas y solo 21 (13%), nativas. Esto ha ocurrido, dice el estudio, porque históricamente se han privilegiado criterios ornamentales o económicos para forestar los espacios públicos de la ciudad, en vez de priorizar según los servicios ecosistémicos que las especies proveen. Esa elección basada en lo “bonito” o lo “barato” ha llevado, señalan, a que las especies nativas -la mayoría de ellas parte del bosque esclerófilo endémico de la zona central- estén subrepresentadas en parques y plazas de Santiago, donde solo se encuentran unos pocos espinos, molles huinganes o maquis y muchos arces japoneses, haya común, ginkgo, crespón rosados o magnolios.
El estudio, que muestra que los árboles nativos son capaces de entregar mejores beneficios ecosistémicos en la ciudad de Santiago que las especies exóticas, fue publicada en la revista Trees con el elocuente título Native trees provide more benefits than exotic trees when ecosystem services are weighted in Santiago Chile (Los árboles nativos brindan más beneficios que los árboles exóticos cuando se ponderan los servicios ecosistémicos en Santiago de Chile).
Los investigadores realizaron un ranking de los servicios ecosistémicos más relevantes para quienes viven en Santiago, donde el primer lugar lo ocupa la mitigación de material particulado atmosférico durante la temporada otoño-invierno. El segundo lugar es la reducción del riego y economía del agua; seguido por provisión de sombra de calidad durante primavera-verano; luego está el mantenimiento de la calidad del suelo (s) nitrificado (s); y finalmente, producción de frutos comestibles.
Gabriela Arcos Le-Bert, Ingeniera Ambiental de la Usach, explica que “en la ponderación de pesos para el índice que evaluó los servicios ecosistémicos de las especies se consideraron las características más relevantes en la ciudad de Santiago; para ello, el primer factor a considerar fue la contaminación, seguido de la crisis hídrica que vive la zona”. Arcos Le-Bert y Tamara Aravena Hidalgo son las autoras principales de la investigación, en la que también participaron Javier Figueroa, Fabián Jaksic y Sergio Castro.
En esta entrevista, Arcos Le-Bert da a conocer algunos otros detalles del estudio y consideraciones para tener en cuenta al momento de decidir con qué forestar, “para así aprovechar al máximo los beneficios para combatir las consecuencias asociadas al cambio climático”.
¿Qué motivó la realización de este estudio?
Siempre tuvimos fascinación por cómo influye el arbolado urbano en nuestras vidas, y en cada aspecto que estas se desenvuelven. Como profesionales del medio ambiente no solamente observamos variables sensoriales (el agradable efecto de la sombra de un árbol o el color verde que proyectan en la ciudad) sino que comenzamos a cuestionarnos en qué materias ambientales los árboles generaban aportes o, en su defecto, problemas. Esto nos generó muchas preguntas, pero la más relevante siempre ha sido el cómo elegimos reforestar nuestras ciudades y centros urbanos a nivel de especies: ¿Por qué se privilegia tanto el uso de un número bastante reducido de especies en vez de otras (exóticas vs. nativas), y en base a qué criterios se eligen o eligieron esas especies? Esto nos llevó a pensar en un índice que incluyera distintos parámetros ambientales que nos parecían relevantes a la hora de evaluar las especies arbóreas presentes en Santiago.
¿Cuáles son las conclusiones principales a las que llegaron?
En primer lugar, las especies mejor evaluadas no tienen relación alguna con las que ocupan actualmente la ciudad, es decir, hay un déficit de especies con altos servicios ecosistémicos. Después, y como conclusión más relevante, vimos que, al brindarle ponderación o pesos a cada uno de los servicios ecosistémico en la ecuación, las especies nativas muestran una importante tendencia a ser mejores que las exóticas, lo cual es una prueba clara de que la selección de especies en la planificación del arbolado urbano en nuestra capital está mal aplicada. En Santiago, cerca de un 13% de las especies son nativas, el resto recae en las exóticas y además solo algunas especies de estas últimas se llevan importantes porcentajes de ocupación, lo que quiere decir que no solamente hay una falta de especies nativas, sino que hay un bajo nivel de diversidad arbórea, y que por lo tanto no se aprovecha la gama de aportes ecosistémicos que puede brindar una rica variedad de especies en la ciudad.