Tras la donación de 530 mil hectáreas al Estado, la ambientalista dice que es necesario fomentar donaciones destinadas a proteger los recursos naturales.
El próximo 8 de diciembre se cumplen tres años de la muerte del empresario Douglas Tompkins, quien lideró la donación al Estado chileno de 530 mil hectáreas para la creación de una nueva red de parques. Su viuda, la ecologista Kristine McDivitt, sigue ese camino y ahora está a cargo de la Corporación de Amigos de los Parques, que busca educar y recaudar fondos para la causa. Hoy desarrolla una campaña para desarrollar la filantropía en el país.
“Hay que incentivar a las personas y no castigarlas por contribuir al medio ambiente”, afirma, apuntando a que las donaciones están afectas a impuestos.
En un plano más íntimo, Kris reconoce que su labor pública la ha ayudado a sobrellevar el fallecimiento de su marido. “En términos de trabajo, no he tenido problemas. De hecho, eso me salvó, probablemente”, dice.
¿Por qué ha iniciado la promoción de la filantropía ambiental en Chile?
La filantropía ha cambiado. Estaba dirigida a los temas sociales y culturales desde hace 150 años. Pero en ese momento, nadie entendía qué pasaba con el planeta. Así, debido a que hoy hay más preocupación por el medio ambiente, el dinero también sigue esa vía. En Estados Unidos, la curva de interés hacia los temas ambientales comenzó a cambiar hace 60 años, cuando las personas empezaron a aportar a esa causa. Pero sigue siendo poca gente. Creo que cada vez más personas se pueden interesar en el tema: algo está pasando. Y aquí en Chile vemos el interés que tuvo el propio Presidente Sebastián Piñera, quien fundó el parque Tantauco.
Usted plantea que estas donaciones tienen impuestos asociados y que eso se debe eliminar…
El gobierno y la sociedad ganan más en salud que en impuestos recaudados por donaciones al medio ambiente. Hay que incentivar a las personas a que participen en este tema y que no sean castigadas impositivamente. Hoy, las donaciones con fines ambientales están afectas al impuesto a las herencias, asignaciones y donaciones en Chile.
¿Cuál es el objetivo de la Corporación de Amigos de los Parques que formó?
Cuando donamos los terrenos al Estado, siempre asumimos que luego de ello debíamos seguir apoyando al gobierno de alguna manera. La idea es educar sobre las áreas silvestres protegidas, que tengan acceso a mapas para recorrerlos y conocer su valor.
Se acerca el traspaso de los parques a la Corporación Nacional Forestal (Conaf), que cuenta con recursos limitados. ¿Qué piensa?
Los dos parques grandes se entregan en abril de 2019, Pumalín y Patagonia. Todos dicen que Conaf tiene pocos recursos y poca gente, pero esta entidad recibe los fondos que el gobierno le da. El Estado tiene que comprender que los parques son fuentes para el desarrollo del país, son bienes como el cobre o los peces en el mar. Tengo confianza en Chile. Si no, no hubiéramos donado los parques al país. Contamos con un convenio de colaboración por diez años con Conaf. Lo primero es ayudarlos a crear los términos de referencia para entregar la infraestructura como concesión. También, en el caso del Parque Patagonia, seguiremos a cargo del programa de vida silvestre, en el que se hace seguimiento a especies como pumas y guanacos.
¿De qué manera enfrentan la realidad de que haya personas que no cuidan estas áreas protegidas?
Creo que es un proceso. No podemos proteger cosas que no conocemos. No podemos enamorarnos de algo que no hemos visto. Solo con esa experiencia se desarrolla un sentido del amor y protección.
¿Cómo han sido estos años tras la pérdida de su esposo?
En términos de trabajo, no he tenido problemas. De hecho, eso me salvó, probablemente. Esta labor es muy dura y compartíamos un sueño. El cuidado del medio ambiente se convirtió en una misión para nosotros. Honestamente, no he parado para absorber todo lo ocurrido. Fuimos inseparables y él se fue: es un gran cambio. Pero estoy bien. El quería que escribiéramos un libro sobre nosotros. Pero no puedo hacerlo aún… Lo haré.
El Parque Pumalín pasó a llamarse como su marido…
La presidenta Michelle Bachelet lo pidió, pero Douglas nunca trabajó con ese fin. Él tenía identificación con el lugar, con el bosque, el clima. Fue el primer lugar donde llegamos.
En el último tiempo también visitó el Vaticano. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue extraordinario tener la posibilidad de conversar con el Papa en su biblioteca privada. El embajador de Argentina en el Vaticano sabía de nuestro trabajo, y entonces me invitaron. Hablamos del concepto de paz entre humanos, pero hay que sumar la paz entre humanos y no humanos. Nadie piensa en eso. Hablamos también de que las comunidades tienen que tener un ecosistema en equilibrio para poder sobrevivir.
Fuente: La Tercera