La Tercera – Columna Carlos Finat, Director Ejecutivo Acera (Asociación Chilena de Energías Renovables)
La Agenda de Energía publicada esta semana por el gobierno de la Presidenta Bachelet marca un giro muy significativo e importante para el sector energético de Chile. La Agenda es consecuente con el énfasis que la energía tuvo en el programa de la campaña presidencial del actual gobierno y aborda, sin exclusiones, un conjunto de materias de diversos índoles, pero que tienen en común el objetivo de: disponer de energía confiable, sustentable, inclusiva y de precios razonables, como condición necesaria para el crecimiento y desarrollo económico, como también para avanzar hacia un una mayor inclusión social.
Durante muchos años se ha intentado posicionar al mercado eléctrico como uno capaz de autorregularse y el cual entregaría las señales adecuadas para asegurar su eficiencia y precios competitivos. La evidente realidad indica algo radicalmente distinto: baja inversión, alta concentración y precios al alza. A lo anterior, se suma una exagerada participación de combustibles fósiles, con las consecuencias que ello significa en las emisiones de gases de efecto invernadero y de materias contaminantes provenientes principalmente de las centrales termoeléctricas.
Las causas que han generado lo anterior probablemente tengan su origen en los cambios que ha experimentado la tecnología, la evolución de la sociedad y la falta de una mirada crítica hacia “el modelo”, entre otros.
Con respecto a la Agenda de Energía, la clave para poder entenderla está probablemente en su primer eje. Es decir, el entendimiento de que el Estado debe velar por la protección de los usuarios, por una efectiva competencia y para asegurar el desarrollo de las inversiones que cumplan los objetivos sociales, económicos y ambientales que la sociedad haya definido.
Resulta interesante notar que ese eje estuvo presente en el diseño del modelo original de mercado que se hizo en el año 1982. Sin embargo, en algún momento el Estado renunció silenciosamente a este rol, limitándose a ser un administrador relativamente ausente y lejano de un mercado que -supuestamente- resolvería todo del modo más eficiente, lo cual por cierto no ha ocurrido. La Agenda aborda directamente este último punto y propone un Estado más fortalecido técnicamente para ejercer su rol de velar por el bien público. Un Estado capaz de desarrollar un amplio número de acciones de diferentes naturaleza, desde fortalecer a Enap en el ámbito de los hidrocarburos, hasta preocuparse de los aspectos de participación ciudadana y ordenamiento territorial.
Desde el sector de las Energías Renovables No Convencionales vemos con mucha confianza el conjunto de acciones que contiene la Agenda. Estamos convencidos de que el desarrollo energético de Chile requiere de una combinación de diferentes tipos de energías y que en ese desarrollo las ERNC tienen y tendrán un rol protagónico. La industria ha sido capaz de instalar 1.400 MW de potencia en los últimos años y actualmente construye otros 1.000 MW, todos ellos en fuentes limpias como son la solar, eólica, minihidro y biomasa.
En los próximos años, la industria ERNC seguirá en condiciones de mantener un dinamismo similar, debido principalmente a la competitividad en costos que ha alcanzado y a la abundancia y calidad de los recursos renovables con que cuenta Chile.
Para lo anterior, creemos que la Agenda de Energía ha identificado los principales puntos que necesitan ser resueltos para “nivelar la cancha” y permitir que los proyectos ERNC puedan entrar al mercado, compitiendo en igualdad de condiciones y de riesgo con la generación convencional. Así, podremos alcanzar una matriz de generación de energía confiable, sustentable, inclusiva y con precios razonables.