Destruir ríos libres para generar electricidad es una falsa solución a la necesidad humana de energía. Tiene costos extraordinariamente altos para las personas, las comunidades y los ecosistemas. Los impactos ecológicos negativos de las grandes represas son multidimensionales -degradación de cuencas, de ecosistemas ribereños, de ecosistemas costeros, e incluso de los océanos. Los impactos socio-ambientales, culturales, económicos son directamente proporcionales. Debemos rechazar la tentación de las grandes represas y la voracidad energética que éstos perpetúan, lo que desvía a las sociedades de imperiosa necesidad de desplegar sistemas híbridos de generación distribuida a muy menor escala, sustentados en energía renovables no-convencionales. El desafío de la humanidad no es cómo generar cada vez más energía sino, por el contrario, cómo disminuir la demanda y consumir menos, y permitir así que la naturaleza siga gestando vida y produciendo belleza.